Cuando tenía 17 años, conocí a alguien que en
ese momento llevaba 8 años viviendo en España y pasaba sus vacaciones en
Argentina. Se había ido del país durante el menemismo buscando oportunidades inexistentes, para él, en este
país. Fue la noche anterior a su regreso a Madrid cuando me habló de Rayuela,
un libro que le había ayudado a soportar sus primeros meses de soledad en
aquella ciudad extraña, antes de que pudiera juntar plata y mandarle el pasaje
a su novia. A la semana siguiente la compré, y desde ese momento hasta
ahora nunca dejé de leerla. Es más, todavía no sé si yo leí Rayuela, o Rayuela
me leyó a mí.
Recordándolo el día de un nuevo aniversario
de su fallecimiento, evoqué aquellas noches de amistad e,
inevitablemente, realicé un parangón mental entre mi amigo y Horacio Oliveira, lo que
me llevó a reflexionar sobre el papel que habrá cumplido Julio Cortázar en la
vida de los tantos argentinos y hermanos latinoamericanos que han dejado esta
tierra en busca de oportunidades o, lo que es peor, escapando de la persecución
y de la muerte.
Pensar a Julio Cortázar en términos
políticos ha sido una tarea inevitable entre los críticos literarios que han
intentado desmenuzar una obra inabarcable en múltiples sentidos. La complejidad
que presenta la escritura de Cortázar, los juegos de intertextualidad y
polifonía, las variantes estructurales de sus novelas y el constante quiebre
con tradiciones literarias preestablecidas son características distintivas del
escritor que se funden, así mismo, con temáticas político-sociales que han
marcado una época específica: su propia época.
El hecho de que Julio Cortázar se marchara
de Argentina en los años sesenta, marcó su carrera literaria y lo convirtió,
probablemente sin buscarlo y luego de haber escrito su obra más reconocida, en
un representante en la lucha en defensa de exiliados y presos políticos de las
dictaduras latinoamericanas en las décadas posteriores.
Y es que “Rayuela” se establece como un himno en la vida de los miles de exiliados latinoamericanos
que partieron a Europa buscando una tierra que les diera un lugar que no
encontraban en la propia. Sus personajes se constituyen como eternos buscadores
de un espacio propio que nunca consigue del todo traer el olvido o la
indiferencia hacia ese país de origen que se encuentra avasallado por los
regímenes totalitarios.
En ella se nota la ebullición de una época histórica que albergó en su seno las grandes revoluciones ideológicas de la historia: la Revolución Cubana, el Mayo Francés, la Primavera de Praga y la Chile Socialista de Salvador Allende, entre otras. Y frente a eso, la contrapartida de los intentos taxativos de los grupos dominantes por desmantelar una revolución ideológica universal. Rayuela reúne todo ese pensamiento que abogaba por las libertades individuales y el derecho a un mundo más justo y equitativo. Un mundo que no permita tabúes morales y éticos. Oliveira encarna todo ese ideal estando en Francia, donde el amor libre y el apetito intelectual conforman todo su mundo. Ya en Argentina, su fuerza ideológica merma pero la búsqueda sigue siendo la misma, por lo que se deduce que los límites geográficos no encadenan el pensamiento del hombre.