martes, 19 de diciembre de 2017

Mi Rayuela


Cuando tenía 17 años, conocí a alguien que en ese momento llevaba 8 años viviendo en España y pasaba sus vacaciones en Argentina. Se había ido del país durante el menemismo buscando oportunidades inexistentes, para él, en este país. Fue la noche anterior a su regreso a Madrid cuando me habló de Rayuela, un libro que le había ayudado a soportar sus primeros meses de soledad en aquella ciudad extraña, antes de que pudiera juntar plata y mandarle el pasaje a su novia. A la semana siguiente la compré, y desde ese momento hasta ahora nunca dejé de leerla. Es más, todavía no sé si yo leí Rayuela, o Rayuela me leyó a mí.
Recordándolo el día de un nuevo aniversario de su fallecimiento, evoqué aquellas noches de amistad e, inevitablemente, realicé un parangón mental entre mi amigo y Horacio Oliveira, lo que me llevó a reflexionar sobre el papel que habrá cumplido Julio Cortázar en la vida de los tantos argentinos y hermanos latinoamericanos que han dejado esta tierra en busca de oportunidades o, lo que es peor, escapando de la persecución y de la muerte. 
Pensar a Julio Cortázar en términos políticos ha sido una tarea inevitable entre los críticos literarios que han intentado desmenuzar una obra inabarcable en múltiples sentidos. La complejidad que presenta la escritura de Cortázar, los juegos de intertextualidad y polifonía, las variantes estructurales de sus novelas y el constante quiebre con tradiciones literarias preestablecidas son características distintivas del escritor que se funden, así mismo, con temáticas político-sociales que han marcado una época específica: su propia época.
El hecho de que Julio Cortázar se marchara de Argentina en los años sesenta, marcó su carrera literaria y lo convirtió, probablemente sin buscarlo y luego de haber escrito su obra más reconocida, en un representante en la lucha en defensa de exiliados y presos políticos de las dictaduras latinoamericanas en las décadas posteriores.
Y es que “Rayuela” se establece como un himno en la vida de los miles de exiliados latinoamericanos que partieron a Europa buscando una tierra que les diera un lugar que no encontraban en la propia. Sus personajes se constituyen como eternos buscadores de un espacio propio que nunca consigue del todo traer el olvido o la indiferencia hacia ese país de origen que se encuentra avasallado por los regímenes totalitarios.
En ella se nota la ebullición de una época histórica que albergó en su seno las grandes revoluciones ideológicas de la historia: la Revolución Cubana, el Mayo Francés, la Primavera de Praga y la Chile Socialista de Salvador Allende, entre otras. Y frente a eso, la contrapartida de los intentos taxativos de los grupos dominantes por desmantelar una revolución ideológica universal. Rayuela reúne todo ese pensamiento que abogaba por las libertades individuales y el derecho a un mundo más justo y equitativo. Un mundo que no permita tabúes morales y éticos. Oliveira encarna todo ese ideal estando en Francia, donde el amor libre y el apetito intelectual conforman todo su mundo. Ya en Argentina, su fuerza ideológica merma pero la búsqueda sigue siendo la misma, por lo que se deduce que los límites geográficos no encadenan el pensamiento del hombre.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

La punta del iceberg

Los hechos vividos en la Alemania de los años duros nos han traído innumerables obras de todo tipo y género, en las que se han recreado historias y sucesos de diversa índole. El trabajo de rememoración y recuperación de testimonios ha sido la piedra angular de crónicas llevadas a la literatura y al cine por diversos autores a lo largo de los años de posguerra, que han ayudado a mantener viva la memoria de millones de personas víctimas de un régimen infausto, de una guerra injusta. La Segunda Guerra Mundial se nos presenta hoy como uno de los hechos históricos más recreados en la historia del cine, por ejemplo.
Este último hecho ha instaurado, en el imaginario colectivo, la idea de que sobre la Segunda Guerra Mundial todo está dicho. Que ya se ha mostrado, incluso, la basura que se había escondido bajo la alfombra. Y de repente, se encuentra uno con un texto que ha pasado casi desapercibido y que se nos vuelve el testimonio más fiel y desgarrador sobre los atropellos cometidos por el régimen nazi. Si esto es un hombre de Primo Levi es la crónica vivencial de un judío en Auschwitz. Un relato testimonial que recoge toda la experiencia de una persona que se replantea desde su Dios hasta su propia condición de ser humano, mientras comienza un descenso sin fin a través de la miseria y la pesadumbre de un hombre.
Con el correr de las páginas, Primo Levi nos va relatando el día a día de Auschwitz. Los pequeños hechos cotidianos que se transforman en huracanes espirituales para todos sus reclusos. Los detalles descriptivos que nos sumergen en un viaje en el tiempo y en el espacio para ubicarnos en el centro de la escena. Su conciencia de la pérdida absoluta de la dignidad humana que lo lleva a ejecutar múltiples actos de humanidad que se nos presentan como pequeñas victorias de un espíritu que no se resigna. Y la voz del narrador que no relata más que todo lo que ha vivido, sin ficcionalidad ni demasiados recursos poéticos que adornen este llamado desesperado hacia el resto del mundo. La sensación que nos deja su lectura es la de una perturbación sin nombre que no parece buscar la lastimosidad o el melodrama, sino el análisis racional de un hecho de brutalidad que conllevó a la deshumanización y cosificación de toda la raza humana. La duda ética y existencial surge de la pesadumbre de ver al hombre aniquilando al propio hombre, en una especie de animalización constante.
Y es que toda la duda existencialista está presente en este libro. Y efectivamente, pocos autores han llegado hasta el punto extremo de replantearse toda la existencia humana por su propia experiencia de los hechos. Pero su tragedia toda y su suicidio casi a destiempo nos demuestran que las tres obras reunidas finalmente bajo el título de Trilogía de Auschwitz son sólo la punta de un iceberg. Toda aquella materia sumergida quedará escondida sólo en la memoria de quienes padecieron la expansión del régimen nazi y la Shoah. Pero la importancia de Levi radica, finalmente, en hacer de esa tragedia eminentemente judía, la tragedia de todos los seres humanos que hemos sido capaces de devastarnos unos a otros con una brutalidad amorfa, desde el inicio de los tiempos. Pero este testimonio relatado con un dolor tan latente permitirá que las atrocidades cometidas por el Deutsches Reich nos queden olvidadas en los anales de la Historia, poniendo al hombre por encima de la idea de destino de los pueblos.