
Luchino Visconti logra captar toda la esencia de la obra de Dostoyevski plasmándola de ese tan típico neorrealismo italiano que caracterizó su primera etapa en su carrera como director. Temas como la fugacidad de los sentimientos y la irreversibilidad del destino se conjugan en una atmósfera onírica que empieza a abrirle el camino a Visconti hacia horizontes más surrealistas.

Es una historia de amor frustrado, de búsqueda ciega de la felicidad, de dolorosa soledad. Una adaptación bastante italianizada de una obra rusa (con todo lo que ello significa) pero que conmueve tanto con su argumento como con su realización escénica. En lo personal, deja un sabor amargo. Sería imposible no volver la vista atrás mientras Mastroianni se aleja cargando consigo el peso de su propia existencia.
Es "Noches Blancas", y nada como volver a verla. Otra vez.
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